lunes, 25 de octubre de 2010

Visita médica a domicilio


A.D.F (Ani) de 85 años, atrapa de vez en cuando unas diarreas que son preferiblemente “nochearreas”, es decir, que “obra” más por la noche que por el día. La exploración no arroja nada de particular, excepto el mal olor que desprende el cuerpo de Ani. No se lava desde la toma de Cuenca por las fuerzas nacionales. Pienso que se trata de la indigestión de una dieta infame. Su hermano, de 87 años, J. dice que no comen nada de “particular”, pero me resulta imposible saber en qué consiste la dieta. Vaguedades.  El ambiente es de una pobretonería insultante, y no hay motivos para ello, porque tienen dinero, cobran dos pensiones aparte, ya que A. es viuda.

Ambos son terriblemente rustícolas y están en posesión de una desinformación infinita. Y, por supuesto, para nada han necesitado de esa información. Son listos, como acostumbran a ser los “agrícolas” y bastante desconfiados. En ellos el instinto de supervivencia ha privado sobre otras veleidades imaginarias, por lo que son escasamente “metafísicos”.

Son alegres y se ríen por cualquier cosa que les digo bromeando. Estos ejemplares vitales –que para una “sana” economía nacional habría que exterminar por “superfluos”- me llenan de una amarga ternura y me devuelven al más oscuro ámbito del absurdo, allí donde Nietzsche proclamaba: “La parodia más seria que jamás haya oído es esta: Al principio era el absurdo, y el absurdo era ¡en virtud de Dios!, y Dios –divino- era el absurdo”.

Es que A. y J. son “hechos”, y los hechos jamás son absurdos, simplemente son. Tiene su causa, pero carecen de fin. O su fin son los mismos hechos limpios, silenciosos y gritadores a un tiempo, repulsivamente encantadores y misteriosos.

Al salir de ver a A. tengo la sensación de que la Vida es un chiste complejo, que lo mismo puede provocar la risa que la más “económica y racional” negación. Benditos sean A. y J. porque me han transportado, de regreso, hasta los cubiles encantados de mi contradicción más eminente. Es esa contradicción que nos va haciendo cada vez más devotos del silencio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy divertida la entrada