miércoles, 15 de diciembre de 2010

Sobre el aburrimiento


Estoy dispuesto a participar en cualquier concurso en torno al aburrimiento. Sobre la capacidad de soportarlo. Mi aburrimiento nada tiene que ver con el “splen” de los dandis y otros elegantes que hacen ascos a todo y se van a desentumecer “noches marbellíes” promocionando rarezas y actitudes inéditas, inventando una corporalidad-lenguaje elegante por irrelevante y frívola. Esos son pseudoaburridos, farsantes rubios.

El aburrimiento es otra cosa. Es algo sórdido y tremendo. Es el rechazo sistemático de todo reto, de todo estímulo; es el encenagamiento de la soledad, su putrefacción, su nada. Es como otra “noche oscura del alma”, o la noche oscura del alma laica, sin porvenir.
Todo se hace pobre, miserable, tonto, cursi. Se tiene la extraña sensación de que abandonar su sombría residencia es para entrar en el aposento de todas las negatividades. El “otro” sólo me va a contar una triste variación de lo mismo de siempre; las caras repiten su silueta y se alinea en una igualdad de gemelos traidores. Escuadras, regimientos de iguales pasean el recuerdo y lo imaginario repitiendo la estereotipia de sus conocidas miserias y vanidades. No hay salida. Es la vida estropeada, llena de agujeros, como un queso francés. Todo entusiasmo se ha fugado no sé a dónde. O… sí, se ha fugado al orden del tiempo. Pero es que en este aburrimiento sobra el tiempo. Sobra el tiempo de morir y de vivir. Se siente el ocaso de todas las libertades y demás majaderías.

¡Un caso urgente! ¡Despierta! Te mueves. El otro se queja o se muere. Hay que actuar. Huye la bandada sombría de los cuervos del aburrimiento. Has vuelto a vivir “para” algo. Al final no servirá para nada porque en último término todos nos morimos. Aliviar o curar es sólo una tregua que el Destino nos regala a todos alguna vez… o varias veces. Y esta sensación de fracaso anticipatorio duele, porque ejemplifica el fracaso esencial de toda existencia. Ser médico es tantear siempre a la nada… mientras el Destino nos sonríe burlonamente, concediendo una tregua entusiasta a nuestro prometeísmo ingenuo. Al cabo de los siglos…

…Ahora vuelven las figuras idealizadas por lo imaginario de aquello que alguna vez admiramos y respetamos… los perdularios brillantes de nuestra infancia que, misteriosamente, no se han devaluado en el recinto de nuestra afectividad. Entonces pienso: idealizar es un proceso aparte, que es capaz de resistir los embates de la sensatez; por ese resquicio de las memorables vidas mediocres, se infiltra el respeto a “las autoridades” de pasado que, bien estudiadas, no dijeron nada importante… o sólo expresaron consejas inútiles, ingenuas, inservibles, lentas, como rumiaciones de época gasta-tinta. Alguien dijo alguna vez: “hay que matar a los muertos”.  No es posible. Se refugian en las cuevas dolientes de nuestra nostalgia, no hay quien pueda con ello; podemos callarlo, pero no destruirlos. Eran mentiras admiradas gesticulando su estética y haciéndose ver por el estreno de nuestra existencia a-crítica. ¡Pobres sombras! Cada uno de nosotros guardamos estas admiraciones recatadamente; fueron como celebridades de nuestra más lejana afectividad inocente, dibujando sus gestos en la edad de la esperanza. La razón de su presencia no fue la razón escasa de su mediocridad; fue sólo la razón necesaria y suficiente para nuestra fabricación de ídolos, para la creación de los personajes iniciales  de nuestra mitología individual. Era entonces la era del respeto, la admiración, la fe y el entusiasmo. Ya murió, bendita sea esa edad.

(Incluido en el texto inédito "De Res Médica")

1 comentario:

Sergio dijo...

Muy buenas.

Recién descubierto Ernesto Feria Jaldón. Sorprendido por su sensibilidad. Además, de abordar el aburrimiento, por lo que me gustaría incluirlo en mi tesis doctoral.

¿Cómo podría conseguir el texto "DE RES MEDICA. RILKE Y EL HIJO PRODIGO. ABSTRACCIONES SOBRE EL ABURRIMIENTO"?

Les agradecería muchísimo la información.

Saludos.

Sergio Velasco.
sergiovels@hotmail.com