jueves, 4 de noviembre de 2010

Astucia

Como en otras épocas privaba, entre los poderosos de la tierra, el afán de expansión y conquista y la guerra era lo habitual y cotidiano, nuestra época se caracteriza por el afán del Poder en mantener la Paz a toda costa. La paz significa la neutralización temporal de una de las formas de la destructividad humana, llevada a cabo por los ejércitos. A los dirigentes modernos ahora parece preocuparles, de manera un tanto obsesiva, la existencia de focos de conflictos (Palestina, Yugoslavia. antiguos pueblos de la Unión Soviética,etc...), en la sospecha temerosa de que pudieran difundirse y desestabilizar sus pacíficas "hacedurías". Y tal vez se consiga la "Pax perpetua", pero a costa de incrementar la guerra interior de los hombres.
¿Qué ha sucedido para que se produzca esta mutación de objetivos, en el seno de la dominación actual? ¿Qué factor interior humano hace al hombre europeo cambiar sus fines y sus "valores"? Se ha cerrado la espita al derroche de la fuerza bruta, pero se ha abierto otra porque, cuando se cierra un canal de descarga de la agresividad humana, se abre otro más sutil, por el que vuelve a fluir, enmascarado, el mismo y sempiterno deseo del Yo del hombre: la dominación. Este "cambio de canal" constituye la raíz de las "satisfacciones sustitutivas" las cuales, una vez cristalizadas en la conciencia y alimentadas por la correspondiente batería de "razones" más o menos reales y/o fantásticas, dibujan las "grandes concepciones" ideales del mundo, el universo, los dioses, etc...
¿Y cuál es ahora ese nuevo "canal" de descarga de la agresividad intraespecífica del hombre europeo? Yo pienso que nuestro tiempo podría significar, desde el punto de vista psicológico, la sustitución predominante de la fuerza por la astucia.
La astucia siempre existió, no es nada "nuevo", porque nada hay nuevo. El hombre es siempre igual a sí mismo. Se trata sólo de una predominancia, no de una sustitución o de una exclusión. Ahora pretende privar la astucia sobre la fuerza bruta; varía la puesta en escena de las pulsiones predominantes; es invariable la intencionalidad eterna del hombre. Nietzsche decía en Zaratustra: "Una contra las otras murmuran todas las épocas en el interior de vuestro espíritu". Cierto. Y para que no falte la murmuración romántica en nuestra época, ahí está el renacer de los nacionalismos oponiéndose frontalmente a la razón pragmática, dominante y pacifista.
¿Y nosotros? ¿Hemos abandonado el "quijotismo", la idealidad romántica y "honorable" de la vida, a la manera de nuestros antepasados y nos hemos contaminado con el utilitarismo anglosajón? No exactamente. ¿Nos hemos vuelto unos Sancho Panza acomodaticios y consumistas? No exactamente; porque este personaje inmortal simboliza el realismo apacible de la vida, la fidelidad a lo concreto y su aceptación, y la crítica del exceso imaginativo y "heroico" de nuestro pasado, cuando ya se iniciaba nuestra decadencia imperial. Sancho Panza es la forma, siempre un tanto ingenua, de la madurez humana de todas las épocas; es inactual porque es eterno. Yo pienso que la realidad consiste en que ya nosotros hemos creado las condiciones socio-técnicas necesarias para reaccionar conductalmente como lo hacemos ahora, igualándonos así a la manera tradicional de los pueblos predominantemente astutos: los anglosajones, allí donde brotaron el utilitarismo, el positivismo y el pragmatismo como concepciones filosóficas de la existencia.
Nosotros tenemos en nuestra historia y en nuestra literatura una figura eminente de la astucia: el pícaro. Pero el pícaro es un astuto pobre y sus andanzas y correrías sólo merecían una compasiva hilaridad por sus enredos y fracasos permanentes. El pícaro era un existencialista agnóstico, que practicaba leves crueldades con sus víctimas, y  fracasaba porque con su crudo realismo rompía toda idealidad, toda "trascendencia", sin la cual aquellos hombres heroicos y rapaces del Siglo de Oro no podían ni sabían vivir. Los pícaros tenían la exclusiva del ejercicio público de la astucia, pero porque eran pobres e inofensivos y no constituían ningún peligro social ni psicológico. Eran la basura, los marginados de entonces. Ésta no es la figura del astuto actual que es un pícaro "pudiente", peligroso y ladrón y pretende ser rico igualándose en astucia a los dominantes. El viejo pícaro practicaba la astucia para la mera supervivencia, no para la prepotencia.
Todavía quedan restos, a extinguir, de la vieja cortesanía, la apostura y la gestualidad de otros tiempos; pero, en lo profundo, hasta los proletarios actuales saben que eso no es "util" y se hace ya obligatorio y coercitivo seguir al rebaño pragmático de Europa.
Los pueblos de Europa, ahora unidos, sostienen con los otros "grandes" (Japón y USA) un duelo de economías con los floretes de la astucia.
¡Qué el Diablo me preste un instante de Belleza que los cicateros dioses actuales me niegan de continuo, porque no sólo de beneficios -estafas subliminares- vive el hombre!

(Publicado en Huelva Información, 5 octubre 1992)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya está en "mis favoritos" y lo seguiré, imaginando que hablo con él repasando la prensa del día en el casino, en su cubículo literario o en la consulta. Sabéis que lo aprecié muchísmo.

Ya lo he pasado a mis amigos para que también lo conozcan.

Manolo Gualda.